Junta CentralOrigen y Evolución 1962 ORIGEN DE LAS FIESTAS DE VILLENA EN HONOR DE LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES

1962 ORIGEN DE LAS FIESTAS DE VILLENA EN HONOR DE LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES

Por José María Soler García

Nota de la redacción: El presente artículo, antecedente del que se insertó en el número 11 de nuestra revista, bajo el título de «Esquema histórico de las comparsas de «moros y cristianos», fue publicado en el diario «LEVANTE», de Valencia, el día 2 de septiembre de 1961. El diario de la capital levantina olvidó consignar el nombre del autor, omisión que con gusto subsanamos desde estas páginas.

Las fiestas de «Moros y Cristianos» de Villena, que tanto esplendor han alcanzado en los tiempos presentes, no son sino la última etapa de una larguísima evolución que vamos a tratar de sintetizar lo más brevemente posible.

Iglesias y ermitas primitivas

En la última década del siglo XV, existían en Villena los templos y ermitas siguientes: Santa María de la Asunción, edificada sobre la mezquita de los árabes después de la Reconquista; Santa María del Castillo o Nuestra Señora de las Nieves, erigida por los Manueles en el recinto del Castillo de la Atalaya; la primitiva iglesia de Santiago, que ya existía a mediados del siglo XIV; la ermita de San Sebastián, desaparecida en nuestros días, y la de San Benito, en el mismo edificio que hoy ocupa el Matadero Municipal. Es de suponer que los villenenses de entonces celebrasen fiestas en honor de los titulares de aquellos templos, y en especial de Nuestra Señora de la Asunción, pero de ello no han llegado hasta nosotros sino escasas referencias. Hemos de avanzar hasta los primeros años del siglo XVI para encontrar noticias documentadas de unos festejos que pueden ser considerados como el germen de los actuales.

Aparición de la Virgen

Cuenta la tradición, como es bien sabido, que en 1474 una terrible epidemia de peste hizo que los vecinos de Villena abandonasen la entonces villa y acampasen en las orillas de una laguna existente siete kilómetros al Oeste de la población. Como los remedios humanos se mostraban ineficaces para atajar el daño, acordaron ponerse bojo la protección de un celestial Patrono, elegido al azar por medio de cédulas depositadas

 

en el interior de un cántaro. Por tres veces consecutivas, la cédula extraída llevaba un nombre que nadie había escrito: Nuestra Señora de las Virtudes. El designio divino estaba claro y la elección resuelta. Sólo faltaba encontrar la imagen de la Santa Patrona, y en su busca salieron varios emisarios que no anduvieron largo trecho, pues pronto tropezaron con dos hermosos mancebos portadores de un estuche con la imagen deseada. Antes de ponerse de acuerdo en el precio de la escultura, los mancebos habían desaparecido de modo misterioso.

Erección del Santuario y establecimiento de dos romerías anuales

Como lugar de culto a la Patrona tan milagrosamente designada y aparecida, se levantó una ermita, cuya mención más antigua, hasta el momento, se halla en una provisión de los Reyes Católicos fechada en Córdoba el 30 de julio de 1490. Sucesivas ampliaciones y reconstrucciones transformaron aquella primitiva ermita en el hermoso convento que ha llegado hasta nuestros días, del cual ofrecemos algunos aspectos inéditos a guisa de información gráfica.

Pronto se organizaron dos romerías anuales al Santuario, acerca de cuyo origen poseemos datos bastante concretos. Uno de los testigos que en 1551 depusieron en la información solicitada por Carlos I de que luego se hablará, dice textualmente que «de más de cincuenta años a esta parte se acuerda que van en procesión a la dicha Casa, el día de Nuestra Señora de Mayo y el día de Nuestra Señora de Septiembre, el Con-cejo, clerecía e otra mucha gente del pueblo, y este testigo ha ido en la dicha procesión». De ello se deduce que la costumbre comenzó alrededor del año 1500, lo que se confirma por las declaraciones de los restantes testigos.

Juglares y ministriles, elemento primordial de los festejos

En su calidad de Patrono del Santuario, satisfacía el Concejo los gastos que las romerías ocasionaban, como eran la comida a los «oficiales», religiosos y asistentes pobres, así como los salarios del predicador y de los músicos y juglares que actuaban en la fiesta. Los libros de cuentas del Ayuntamiento nos informan de que, en 1549, los gastos de la romería de marzo ascendieron a 1.245 maravedíes, mientras que en la del 8 de septiembre fueron 3.705 los que se gastaron en la comida y en pagar a los «juglares que vinieron de Elda». Tal proporción, observada en las cuentas de otros diversos años, pone bien a las claras que, ya entonces, se otorgaba mayor importancia a la fiesta del día de la Natividad.

Fundamental era para el éxito de las romerías la intervención de los músicos. Uno de los testigos más arriba aludidos dice a este respecto que el año en que la procesión no llevaba «ministriles y trompetas» acudía a ella muy poca gente, por lo que, cuando se contrataban, se hacía pregonar el hecho con quince días de antelación por los pueblos comarcanos. Señalemos como nota curiosa que, en 1547, se pagaron al trompeta Gayangos, vecino de Murcia, cinco regles que hizo de gasto en el mesón, con su «compañía y bestias», el día 8 de septiembre.

Los villenenses de entonces tendrían repetidas ocasiones de ver representadas por aquellas compañías de juglares entremeses y farsas que no dejarían de contribuir al desarrollo de posteriores aficiones. Recordemos la conocida frase de Quevedo en su «Vida del Buscón», de que ya está de manera esto que no hay autor que no escriba comedias ni representante que no traiga su farsa de moros y cristianos».

Dificultades legales promovidas por los Gobernadores

Los Gobernadores y Alcaldes mayores del Marquesado venían pasando en cuenta aquellos desembolsos del Concejo, aunque casi siempre con la salvedad de que había de solicitarse licencia de Su Majestad para efectuarlos. En 1540, don Francisco Méndez de Carvajal llegó a decir que «desde en adelante no se gaste comida, y si el Mayordomo la gastare, que la pague de sus bienes y no de la ciudad». Empero tales amenazas no llegaron a hacerse efectivas hasta el año 1551, en que ya no se pasaron en cuenta los gastos de la procesión de marzo, por lo que el Concejo se vio obligado a solicitar la autorización que con tanta insistencia se le venía reclamando.

Solicitud de información por Carlos 1 y autorización de Felipe II

En respuesta a la petición villenense, Carlos I ordenó se remitiera a su Consejo Real amplia información sobre el asunto, acompañada del parecer del Gobernador, cargo que desempeñaba a la sazón el licenciado don Diego Hernández de Inistrosa, ante el cual se ultimaron las diligencias y depusieron los testigos anteriormente mencionados. Si el Consejo del Emperador llegó a determinar, su decisión no ha llegado a nuestro conocimiento. Posiblemente las cosas quedaron en el mismo estado que antes, por cuanto treinta y siete años más tarde se reiteró la petición ante Felipe II, y esta vez con resultado favorable, puesto que, el 24 de agosto de 1588, una cédula real, expedida en San Lorenzo, concedió licencia y facultad a la ciudad de Villena para que, de sus fondos de propios, pudiese gastar en cada año la suma de setecientos reales en las fiestas en honor de la Virgen de las Virtudes.

Competiciones deportivas en el siglo XVI

Esta preciosa cédula, firmada de puño y letra del gran Monarca hispano, nos suministra interesantes detalles acerca de los entretenimientos populares de nuestros antepasados. Se dice en ella que el Concejo, contrataba músicos del reino de Valencia—curioso antecedente de lo que ahora sucede—, y que en el Santuario «avia carrera de a cavallo y a pie, y saltaban y tiraban», otorgándose premios de «ciertas joyas» para los vencedores. No puede extrañar que, con estos atractivos, añadidos a la profunda devoción que la Virgen de las Virtudes inspiraba se despoblasen en aquellas fechas Villena y todos los pueblos de su comarca para acudir a la romería, como textualmente se afirma también en la referida cédula.

El «Voto» y la «Esclavitud»

Fijadas, pues, desde 1500 aproximadamente las dos romerías anuales al Santuario, adquiere singular relieve la celebrada el 25 de marzo de 1624, en que todo el clero de la Ciudad, ante el Obispo de Cartagena, fray Antonio Trejo, hizo voto y juramento de defender pública y particularmente la Purísima Concepción de la Virgen, proclamándose que, a partir de entonces, no sería admitido a capellanía, beneficio, renta ni oficio eclesiástico alguno quien no prestase el mismo juramento. Había con ello quedado definitivamente establecido el día del «Voto», cuya romería sigue celebrándose en la actualidad.

Más adelante, a fines del mismo siglo XVII, se instituyó la Cofradía de los «Esclavos de María Santísima», que llevó aparejada la de una nueva romería al Santuario el domingo infraoctava de la Natividad de Nuestra Señora. Es la que sigue celebrándose actualmente durante el domingo siguiente al de las fiestas de, septiembre, día llamado de la «Esclavitud».

El escenario de la fiesta se traslada a la Ciudad

Con esta última romería, había quedado perfilada la sucesión anual de festividades en honor de Nuestra Señora de las Virtudes: día del voto, Fiesta de la Natividad y día de la Esclavitud. Tenía que transcurrir todavía más de un siglo para que se produjese la transformación definitiva origen de las Fiestas actuales. Fue en el año 1838, en que se llevó la Imagen, a Villena el día 8 de septiembre para celebrar en la Ciudad el tradicional festejo, cuyo escenario, hasta entonces, había sido el Santuario y sus alrededores. A partir de aquel momento, la evolución prosigue con ritmo más o menos acelerado. En 1839, se forma la primera Junta encargada de los festejos, que determina trasladar la Imagen a la Ciudad el día 6 en lugar del día 8, para ser devuelta a su morada el día 9, como en la actualidad, y en 1848, se cierra el ciclo evolutivo con la designación del día 5 como fecha inicial de los festejos.

De la transformación de la antigua «soldadesca» en los actuales «moros y cristianos» nos hicimos ya eco en el número anterior de esta misma Revista.

Explicación de los grabados

Números 1 y 3.—Escudo de la Ciudad y emblema de la Orden de San Agustín, detalles ornamentales en el camarín del Santuario.

Números 2 y 5.—Los «Desposorios» y «La anunciación», pinturas que adornan el intradós del altar de la Virgen.

Número 4.—La «Asunción», pintura en el techo de la Sacristía.

Números 6 y 8.—Detalles de la barroca ornamentación del camarín de la Virgen.

Número 7.—Medallón central de la bóveda de la Iglesia, con la fecha de 1581.

Número 9.—Cúpula del camarín.

Extraído de la Revista Villena de 1962

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